General Miguel Alemán González


Foto General Miguel Alemán Al sur del Estado de Veracruz, en el pueblo popoluca de Acayucan, municipio del mismo nombre, nació el General Miguel Alemán González en el año de 1884, precisamente cuando iniciaba su segundo período presidencial don Porfirio Díaz. Fueron sus padres Cristóbal Alemán y Francisca González, oriundos del mismo rincón veracruzano, y dedicados a las labores del campo.


A pesar de ser una época difícil, en la que las escuelas eran muy escasas, sobre todo en los pequeños poblados, el niño Miguel Alemán González, merced a los esfuerzos de sus padres, recibió una sólida preparación académica bajo la guía del profesor Benito Barriobero, hombre culto y de avanzado pensamiento, quien no sólo le enseñó las primeras letras, pues también habría de inculcarle los principios de justicia social y fervor patriótico que modelarían su carácter, así como la afición por la lectura.


Concluidos los estudios primarios, el joven Alemán distribuía su tiempo entre las labores del campo y el estudio personal, gracias a los libros que le proporcionaba su antiguo maestro.

Su ejemplar comportamiento, valor cívico y talento, muy pronto le valieron la confianza de autoridades y pueblo entero, quienes le confiaron la Tesorería Municipal de Acayucan. Simultáneamente al desempeño de este cargo, Miguel Alemán González colaboró por algún tiempo como supervisor en la instalación de las vías del Ferrocarril Interoceánico, labor que le obligó a aprender telegrafía y que años más tarde le sería de gran utilidad para recibir y transmitir mensajes durante la Revolución.


A principios del siglo XX, Miguel Alemán González contrajo matrimonio con Tomasa Valdés, originaria de Oluta, poblado muy cercano a Acayucan. El joven matrimonio estableció su hogar en Sayula, situado a unos diez kilómetros de Acayucan. En su nuevo lugar de residencia Miguel Alemán González instaló una tienda de abarrotes, no muy grande pero sí lo suficientemente surtida como para abastecer las necesidades de aquella población. El primer año de su estancia en Sayula transcurrió apaciblemente, entablando numerosas amistades lo mismo entre los sayuleños que con vecinos de otros pueblos de la región, muchos de quienes visitaban al joven comerciante no sólo para adquirir algún artículo, sino también en busca de consejo. Sayula fue para Miguel Alemán González la tierra más entrañable, pues en ella nacerían sus hijos Antonio, Miguel y Carlos y donde, asimismo, se incorporaría a la lucha revolucionaria.


La fama de comerciante honrado, hombre culto y amigo de todos, nuevamente le valió que las autoridades pensaran en él, esta vez para designarlo Comandante de la Política de Jaltipan, municipio localizado en la región de Los Tuxtlas, muy cercano a Sayula. Debido a estas circunstancias Miguel Alemán González hubo de abandonar temporalmente el comercio, haciéndose cargo de la tienda su esposa Doña Tomasita.


Eran tiempos difíciles para el país, agravados por los trágicos sucesos de Cananea ocurridos el 1º de junio de 1906, los cuales conmovieron profundamente a toda la población mexicana y desencadenarían varios brotes de rebelión contra el régimen porfirista. Los campesinos de la región de Los Tuxtlas, en el Estado de Veracruz, fueron los primeros en tomar las armas. Dicho levantamiento fue encabezado por el General Hilario C. Salas, oaxaqueño establecido en tierras veracruzanas y quien, como miembro del Partido Liberal Mexicano, desde 1905 ya hacía proselitismo para iniciar una revolución para derrocar a Porfirio Díaz.


Al enterarse Miguel Alemán González del levantamiento armado, y plenamente convencido de que la intolerable situación demandaba los esfuerzos del mayor número posible de mexicanos, decidió incorporarse a las filas revolucionarias. Así, el 5 de septiembre de ese mismo año, tras comunicar a la familia su valerosa decisión, se puso a las órdenes del General Salas junto con el grupo de rurales bajo su mando. Desde ese momento, el Teniente Miguel Alemán González –grado militar que le otorgó Hilario C. Salas en reconocimiento a su adhesión-, no descansaría ya en su lucha contra el régimen profirista, siendo una de las figuras más representativas del naciente movimiento revolucionario.


En Acayucan, cuna de la Revolución, contra Porfirio Díaz convocada por el Partido Liberal en el Estado de Veracruz se le unieron a Hilario C. Salas, además de Miguel Alemán González, Enrique Novoa, Ramón Marín, Pedro A. Carvajal, Constantino Gilbert y Sotero Vargas, entre otros, quienes tenían como bandera “el mejoramiento del pueblo más necesitado y sufrido: el campesino”. De esta manera, históricamente puede afirmarse que el movimiento agrario veracruzano fue el primero que respondió al llamado del Partido Liberal Mexicano, dirigido por Ricardo Flores Magón, Antonio Villarreal y Juan Sarabia.


Foto General Miguel Alemán Un mes después, las fuerzas del General Salas, reunidas en San Pedro Soteapan, decidieron atacar simultáneamente Acayucan, Minatitlán y Puerto México. Sin embargo, sólo se libró batalla en la plaza de Acayucan con resultados negativos, pues la superioridad numérica de los federales obligó a los revolucionarios a refugiarse en la sierra en espera de una mejor oportunidad.


La mecha de la revolución había sido encendida, múltiples núcleos de insurrección se extendían ya a lo largo del territorio nacional, mas la respuesta del gobierno porfirista no se hizo esperar, y envió poderosos contingentes para combatir a los rebeldes veracruzanos, muchos de los cuales fueron aprehendidos y condenados a largos años de prisión en las mazmorras del Castillo de San Juan de Ulúa, en el Puerto de Veracruz.


El alzamiento revolucionario de Acayucan fue de los más castigados, no en balde había dado origen al primer programa social formulado después de los incidentes de Cananea, y aun podría afirmarse que constituyó un antecedente del Plan de San Luis, concebido por Madero en octubre de 1910, cuyo lema defendía el “sufragio efectivo y la no reelección”.


Entre tanto, Miguel Alemán González, involucrado de lleno en la causa revolucionaria, repartía su tiempo entre la Comandancia de Policía de Jaltipan, la tienda en Sayula y la conspiración contra el régimen. Para esto último, en la trastienda de su almacén, donde guardaba la mercancía, solía reunirse con sus correligionarios, simulando que se realizaban allí los ensayos de una pequeña banda de música.


A partir de 1908, el Teniente Alemán González, con el General Salas y los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón se habían adherido ya al movimiento maderista; los primeros se internaron en la Sierra de Soteapan y, durante largo tiempo, aunque a salto de mata, dieron mucho que hablar, sin lograr ser atrapados.


Posteriormente al triunfo del maderismo, Miguel Alemán González, ya con el grado de capitán, continuó prestando sus servicios bajo las órdenes del General Manuel Palacios, hasta que el 25 de agosto del 1911 fue incorporado a la Guardia Cantonal de Acayucan, quedando nuevamente bajo el mando de su amigo el General Hilario C. Salas. En vista de tal designación el Capitán Alemán González se trasladó con su familia al pueblo que lo vio nacer, instalando su residencia muy cerca de la casa de sus padres Don Cristóbal y Doña Francisca.


Apenas enterado el General Salas de los asesinatos del Presidente Madero y del Vicepresidente Pino Suárez, perpetrados el 22 de febrero de 1913, convocó a los principales jefes veracruzanos para que se presentaran el día 2 de marzo en el pueblo de Los Andes.


Una vez reunidos en la fecha concertada, el caudillo veracruzano describió los trágicos acontecimientos del día 22 que permitieron al traidor Victoriano Huerta usurpar la Presidencia de la República, allí les hizo saber cómo don Venustiano Carranza, Gobernador de Coahuila, había repudiado al gobierno ilegítimo de Huerta, resolución con la cual debían solidarizarse todos los auténticos revolucionarios para derrocar al usurpador. La consigna era clara: reclutar el mayor número posible de voluntarios, conseguir armas y parque, y concentrarse en San Antonio Pedral el día 6 de junio, con todos los contingentes.



Días antes de la fecha señalada, los caminos que conducían a San Antonio Pedregal, también conocido como Soncuavital, vieron pasar a numerosos valientes provenientes de diferentes rumbos: la sierra, el llano, la costa; pero todos animados por un mismo fin: derrocar al usurpador Huerta. De los primeros en llegar fue Miguel Alemán González, al frente de ochenta revolucionarios.


Los jefes del movimiento constitucionalista se instalaron en la casa de Lázaro Pablo, donde tendría lugar la asamblea; allí estaban reunidos Constantino Gilbert, Pastor López, Alejo Santos, Felipe Leal, Sotero Vargas, Onésimo Carvajal, José Jáuregui, Gregorio Molina, Andrés Ortiz, Marcelino Absalón Pérez y Marcelino Gutiérrez; al fondo detrás de una mesa de roble, se encontraban Hilario C. Salas, Miguel Alemán González y Pedro A. Carvajal, quienes presidían la reunión; las tropas, esperaban afuera.


El General Salas habló entusiasmado, con voz vigorosa que contagió a todos los presentes; lo secundarían después Alemán y Carvajal. Todos acordaron firmar el acta y manifiesto a los cuales se había dado lectura. El acta se fechó en San Antonio Pedregal, y el manifiesto a la Nación, por razones de estrategia, se fechó en las faldas del volcán de Los Tuxtlas.